Amatxo

 Con la mochila en la espalda y dando patadas al balon, asi regresaba a casa todas las tardes despues del colegio.

Nunca llevaba llaves, la puerta siempre estaba abierta. Primero entraba el balon golpeando con fuerza las cortinas de la puerta y justo despues lo hacia yo. Junto a la ventana de la cocina estaba ella, sentada en su butaca de minbre, dos grandes agujas en sus manos y varios hobillos de lana bajos sus pequeñitos pies, un nuevo jersey para el invierno estaba de camino.

La cocina de chapa estaba encendida, notandose un ambiente acogedor. Sobre la mesa me esperaba mi merienda, un buen trozo de pan con una buena capa de nata cruda y azucar, siempre me manchaba la punta de la nariz con la nata mientras lo comia " no podia evitarlo" y ella siempre se reia.

Durante un rato me mandaba callar, en la radio se escuchaba una tal Elena Francis, " consejera, asesora, yo que se...", pero a ella le encantaba. Yo mientras tanto hacia la tarea sentado en la cocina con el balon bajo mis pies.

Al terminar con mis tareas de clase comenzaban las de la casa. Con un cubo de polvos para la lavadora de la epoca bajaba a la cuadra y subia una buena carga de leña para la chapa, disfrutaba enredar con el gancho, abrir el tiro de la chimenea, quitar las chapas y meter los trozos de leña en el fuego, eso si... siempre bajo su estrecha vigilancia.

Me pedía ayuda para doblar las sabanas " me encantaba doblar las sabanas con ella", cada uno en un extremo de la cocina juntabamos las cuatro esquinas y al encontrarnos en el centro... yo siempre le daba un beso, ella se sonreia y me devolvia otro. Otros dias me colocaba una madeja de lana entre los brazos a la altura de las muñecas y ella cogiendo el extremo comenzaba a recogerla, haciendo una gran madeja, mientras yo hacia movimentos en baiben para que no se atascase. Al terminar me daba con la gran bola en la cabeza y yo hacia que me enfadaba.

Ella era mi madre: (Cuanto te quiero, cuanto te quise).